LEYENDAS DE SALAMINA* Alfedo Cardona Tobón En un salón de puertas de roble y piso de ladrillo el doctor “Toño” Mejía guardaba zamarros, aperos, rejos, lazos, códigos y una ruana vieja. Un bombillo atornillado a una viga añosa iluminaba el recinto con olor a eternidad presidido por un cuadro de Bolívar con cara de tísico y un anémico Corazón de Jesús. Esa oficina parecía poblada de fantasmas, decían que estaba embrujada, que los personajes de los escritos de “Toño” recorrían las calles empedradas en las noches de bruma y se aseguraba, además, que el poeta guardaba misterios como una pluma del arcángel Miguel y una novena del hermano Maya que el mártir leía cuando venía de otro mundo a aplacar al Puto Erizo. A ese depósito de cosas varias lo llamábamos “ La cueva del oso” por la columna con ese nombre que publicaba semanalmente Antonio Mejía en el periódico LA Patria de Manizales. Pero por más que ...
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